ÉL ERA YO. HisToRIaS (IN)CoNExaS. EL MECÁNICO.


El otro día fui a recoger el coche al taller. Nah, una revisión de esas que se realizan cada x kilómetros, salta la lucecita en el cuadro de mandos y eres incapaz de quitártela de la cabeza hasta que, al final, te haces cargo. Me suena de algo J
Entré, allí estaba él. Nos miramos y provocamos un corto circuito. A veces pasa, no sabes por qué; es un día más, un chico más, un mecánico más de un taller más…Y sin embargo, pasa…

Miradas intermitentes que en cuanto me encontraban se agachaban a buscar algo…miradas tímidas, inocentes. Me traspasó. 

Es raro: de repente encajamos todas las piezas. Él estaba dónde quería estar, yo también (reconociendo aún ese lugar).

Me dirigí a él con fuerza:
- ¿Vas a tardar mucho? 
- No, termino enseguida, dijo, haciéndose cargo de todo. Él sostenía.
Me quedé mirándole mientras trabajaba. Sabía lo que hacía. Y le gustaba saber hacerlo para mí.

Me hizo un 50% de descuento. Sonrió.

Me metí en el coche dispuesta a sacarlo de ese agujero victoriosa. Él sabía que era complicado sacarlo de ahí, pero me dejó hacer. Se quedó allí parado haciendo que estaba haciendo algo; me miraba casi todo el tiempo. Sus ojos eran respetuosos y limpios. No dijo nada hasta que le miré suplicante -podría haberlo sacado sin su ayuda, pero no habría sido tan fácil- Enseguida me dio instrucciones sin darle importancia (No como esos hombres que te dirigen como si fueras imbécil) yo me hice un poquito "la tonta": me gustaba cómo me sostenía…
Me sonrío cómplice…Ambos sabíamos lo que estaba pasando.
Le di las gracias y me fui.

Al día siguiente, domingo, un día espectacular, decidí ir a leer a una terracita de mi pueblo.
Bebía cerveza y sujetaba un libro entre sus manos…Levantó la vista. Sonrió.
Mi estómago dio un vuelco hasta posarse entero cerca de mi pecho. Le saludé y me senté en la mesa de al lado. Aquella fue de las medias horas más largas de mi vida. Abrí el libro para leer las dos primeras frases una y otra vez. No podía dejar de observarle: Era atractivo y varonil. Daba un sorbo a su cerveza de vez en cuando sin apartar su cabeza de esas páginas que iba pasando con avidez…parecía muy anclado a su centro…
Pidió la cuenta, pagó, me sonrió y se fue.

“No te vayas”
Estaba desilusionada, con el estómago todavía constriñendo mi pecho. Miré el reflejo del sol en el mar. El día anterior, se reflejaban solo las nubes grises y pensé en que  la vida tiene sus ritmos....unos ritmos que  yo tendía a intentar acelerar, no dejando que cada uno, que cada cosa, que cada persona, fluyese también a su propio ritmo. Me tranquilicé, mi estómago volvió a ocupar su lugar,  y como, por arte de magia, me invadió esa alegría del que comprende…“Comencé “ a leer…

Pasaron unos  15 o 20 minutos. Escuché una voz.
-Me gustaría enseñarte un lugar. ¿Vienes conmigo?
Levanté la cabeza mientras intentaba contener mi estómago y mi corazón que querían salir directamente por mi boca.

Una vez más, su mirada me sostuvo.

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