Él era yo. V


Bailar pegados…

Escuché las instrucciones y, a pesar de mi deseo de hacerlo, tuve ganas de correr, de poner alguna excusa y no volver. Mi corazón bombeaba con fuerza, acelerado; mis manos sudaban; mi mente intentaba sujetar.

Me miró con ternura y seguridad y me abrazó a él. Ahora sentía mis latidos en su pecho. Sus manos acariciaban mi espalda suavemente, como si ya se conociesen. Su boca en mi cuello, su aliento rozando mi oreja hasta ponerme los pelos de punta y alcanzar un lugar muy profundo de mí …A veces me acariciaba el pelo y entre respiración y respiración me susurraba muy cerca, al oído: “Tranquila, está todo bien”. Tuve ganas de quedarme ahí para siempre. De fundirme en ese baile y no volver jamás, pero mi cuerpo me lo impidió…

Me desmayé…

No volvimos a hacer ninguna actividad juntos en toda la tarde…le noté lejos…Pero esa conjunción que nos unía permaneció silenciosa en el ambiente a la espera de que la volviésemos a reconocer…

La estructura de mi pecho había cambiado…Era mucho más grande, capaz de albergar todo el universo…

                                                                                                                (Continuará)

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