Él era yo. I
Ojos llenos de lágrimas, agua con sal que aún no ha caído…
Le vi por primera vez a 30 metros de distancia. Era claro,
luminoso, transparente, como su mirada. Aquella mirada…
No, no fui consciente, pero mi intuición había avanzado
varios pasos delante de mí. Me dejé guiar, sin palpar, con los ojos tapados
bajo un pañuelo blanco, reluciente…
Caminaba a tientas, desconfiada…Pero caminaba…No podía
parar, a veces iba más lenta, otras muy aprisa, pero nunca quise
detenerme…
Cocinamos a fuego lento, muy lento, casi imperceptible…un
fuego delicado, sutil, elegante, cálido, casero… Semejante a ese olor a hogar
que desprende mi cama cuando he usado varios días las mismas sábanas…El olor de
“mi hogar”…
Nosotros fuimos impregnando poco a poco, muy poco a poco,
nuestro olor en nuestras “sábanas”…Ese lugar invisible a los ojos, compartido y
tan certero, tan humano que parece obra del mismísimo Dios…
Recuerdo que apenas le miraba. Creo que sabía lo que podía
ocurrir si lo hacía…Pero fui levantando más y más mi cabeza y mis ojos se
abalanzaban raudos, sin preguntarme…Cada vez “olía” más a “nosotros”…
El olor
a…esta pieza parece que encaja ¡Mierda! Tengo miedo…
Olor a …el exterior no nos acompaña, llueve y hace frío,
pero dentro hace calor y chispea la madera bajo el fuego…
Aquella mirada…
Comentarios
Publicar un comentario